Banner Comcar

Banner Comcar

22 de septiembre de 2014

Desde la penumbra: Crónica de la visita

Luego de un largo y caluroso viaje se divisan varias estructuras, con diferentes tamaños y colores del Centro de Rehabilitación Santiago Vázquez, ex COMCAR. Este se encuentra a nivel del kilómetro 20 de la Ruta 1, yendo hacia afuera a la izquierda unas tres cuadras por el camino General Basilio Muñoz. “Zona militar, prohibido pasar”, varios carteles con este aviso y detrás, un triple vallado que no deja entrar ni salir a nadie, rodeados por fuera por la seguridad perimetral, es decir, militares, que se encuentran en unas pequeñas e individuales cabinas de madera con grandes armas. 

Existen normas de seguridad para todos aquellos que visitan el lugar: primero se ingresa a un cuarto con poca luz. En la puerta cuelga un cartel que prohibe pasar con vestimenta negra, azul y camuflado. Cada visitante pasa por el control formal, dos escáneres, uno de frente y otro de costado. Por último se debe dejar el documento de identidad, que es retirado al finalizar la visita. Los seis policías que se encuentran en la puerta, saludan amablemente mientras comen manzana sentados. 

Atravesamos el portón principal y nos cruzamos con un Operador Penitenciario (OP) al que saludamos nerviosas por ser la primera persona que nos cruzamos dentro. Son identificables por su campera azul, es por eso que los llaman “pitufos”. Habiendo avanzado unos pocos metros sentimos un grito desesperado de un guardia, que entonaba "¡atrápenlo!", asumimos que se refiere a uno de los perros que estaba, al entrar, en la puerta. 


Una vez adentro, parece como si se estuviera en una ciudad, con calles, complejos habitacionales, jardines. Una pequeña ciudad entre rejas. De camino a la oficina del Director José Antonio Da Rosa, se pueden ver presos saliendo de jugar al fútbol que se refrescan en una fuente mientras otros trabajan en la huerta. Los pasillos para ingresar a las oficinas se asemejan a los de un hospital, se vive un clima lúgubre ahí dentro. A la izquierda están las celdas transitorias, que según el Director son calabozos en los que había presos hasta hace poco tiempo, que fueron realojados porque van a ser demolidos. 

Luego de llevar a cabo la entrevista con el Director, nos hace el recorrido por las instalaciones. Toda la gente ahí dentro tiene como “regla invisible” saludar amablemente, sobre todo si está el Director presente. Cada recluso le dice “buenas tardes señor Director”. Abriendo camino por el pasto, avanzamos con la cancha de fútbol a la derecha y presos en el patio abierto por la izquierda, encerrados pero libres. De repente, una pelota cae a nuestro lado, el Director enseguida dice ”no se la pasen, están buscando que se acerquen”, por eso decidimos patearla y agradecieron. En todo momento nos sentimos observadas por miradas penetrantes. 

Mientras nos dirigimos al lugar donde se dictan las clases, divisamos una montaña enorme de desechos electrónicos y metales. Al sacar una foto para registrar el hecho el Director dice “esto es una mala imagen”. Del otro lado, cientos de bloques perfectamente ordenados que habían sido construidos por los internos. 

Llegamos, un patio abierto delimitado por rejas. Los reclusos que se encuentran en el patio le piden a un guardia que nos abra la puerta. Los internos, identificados por un chaleco fluo que dice “Comcar”, fuman marihuana. Ellos buscan constantemente entablar una conversación con los visitantes. Entramos al lugar, un espacio oscuro de dos pisos con los salones identificados por carteles. La pared de entrada está pintada al estilo Torres García y por encima un cuadro de unos pájaros escapándose de una jaula, todo hecho por los reclusos. Reina el olor a humedad mezclado con hormigón. 

La primera impresión es de una escuela, pero con alumnos adultos. Se acerca una señora que se presenta como la directora y nos invita a pasar a un taller de hip hop, “dale, entrá, yo te acompaño”. Se lleva a cabo en un pequeño salón, casi sin luz, que desborda de hombres. Posan para la foto, mientras gritan “va´pal´facebook”. 

Además, el establecimiento cuenta con una capilla, a la cual van congregaciones a dar misa. Fuera de ella hay presos, rodeados de un cantero de flores. A su lado se encuentra el Polo Industrial, y se puede ver a varios internos trabajando, preparando la mezcla para construir. Es el oficio de 80 reclusos, donde “se puede fabricar pintura, ollas, escobas, camas, ventanas de aluminio. Se pueden hacer las cosas que se necesitan para la reconstrucción de cárceles, para la cocina, para el mantenimiento” dijo el ministro del interior Eduardo Bonomi en una entrevista para Teledoce.

Luego, empezamos el camino de vuelta hacia las oficinas. Al final de la visita nos enteramos que había habido un intento de fuga por parte de un recluso. “Que suerte que no son periodistas” dijo el Director. Un recluso, vestido de OP, casi evade todos los controles y escapa por la puerta principal. No logró su cometido ya que fue reconocido por uno de los policías que controla la puerta. Lo habíamos cruzado, lo habíamos saludado; iba con la cabeza baja, caminando tranquilo, intentando escapar del encierro .

5 comentarios:

  1. Me encantó la crónica, felicitaciones! Espero con ansias el próximo post. Saludos

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Mica!! En los primeros días de la semana que viene subimos otro, saludos.

      Borrar
  2. Hola. Muy buena la foto del banner y excelente el último post. ¿Tendrán para mañana el post de la convergencia? Saludos.

    ResponderBorrar